Los vehículos a motor son máquinas resistentes, pero delicadas, mecanismos perfectamente engrasados que debemos tratar con cuidado y cariño para que nos duren muchos años, aunque no siempre seamos conscientes de lo mal que los tratamos…
Para los conductores habituales, las averías son como la kriptonita: nos impiden seguir con nuestra vida normalmente y menoscaban nuestra movilidad. ¿Qué ocurre si no con esas tareas habituales para las que necesitamos nuestro coche, como ir al trabajo, hacer recados o llevar a los niños al colegio? Y aunque hay ocasiones en que son causadas por circunstancias imprevistas, muchas veces somos nosotros mismos quienes, a causa de nuestros malos hábitos de conducción, causamos las averías que nos dejan sin coche unos días, trastocando todos nuestros planes. ¿Quieres conocer cuáles son las más comunes?
Pasar del mantenimiento
La ausencia de un cuidado específico a las distintas partes y mecanismos de un coche acaban provocando problemas mecánicos. Muchas veces se trata de un simple descuido, pero es un descuido que puede costarnos bastante dinero. ¿Y qué tenemos que revisar periódicamente? Fácil: los niveles, los frenos, los filtros, la presión de los neumáticos… Nada que no sepáis, en realidad, pero no viene de más un recordatorio: si sois laxos con el mantenimiento de vuestro coche, preparaos para perder seguridad y gastar dinero en reparaciones que podríais haber evitado…
A vueltas con el embrague
El embrague es una de la s piezas que más se deterioran en un coche, o que más rompemos. Y hay hábitos que no son nada buenos en este sentido. Por ejemplo, no poner el coche en punto muerto en un semáforo, de forma que la marcha se quede engranada y el embrague, por supuesto, pisado; o accionar el pedal con demasiado tiempo de antelación con respecto al semáforo o, en fin, esa barbaridad que es mantener el embrague pisado todo el tiempo durante la marcha. ¿El resultado? Efectivamente: el embrague se rompe antes de tiempo.
Los badenes y nuestras prisas
¿Cómo afrontar un badén? Aunque parece obvio decirlo, la manera más normal y lógica sería reducir nuestra velocidad para pasar por encima de ellos con cuidado, pues superarlos sin frenar y a todo trapo acabará por provocar daños en los neumáticos, en el sistema de suspensión e incluso en la misma caja de cambios y en la carrocería, si por ser imprudentes e impacientes acabamos impactando en el suelo con nuestro vehículo.
¿La reserva? Sólo en caso de emergencia
Puede ocurrir que no hayamos previsto bien cuándo repostar, o cuánto, y que eso haga que nos encontremos circulando con el vehículo en reserva. Se trata de algo dañino casi en cualquier caso, pues al circular en reserva suben las probabilidades de que las impurezas y restos del combustible lleguen al motor del coche, lo que podría ocasionar un grave problema en el filtro, los inyectores o la bomba. Así que ya saben: ¡a repostar antes de que el testigo de reserva se ilumine!
En serio: no dejes la mano en la palanca
Sabemos que suena raro, pero tened cuidado si sois de los que dejáis vuestra mano muerta sobre la palanca de cambios. Un gesto tan sencillo y habitual como ese acaba provocando que se ejerza una presión excesiva a causa de nuestro peso, ocasionando pequeños desajustes e, incuso, la avería completa de la pieza. ¡Y no es barata!